Época: Japón
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 2000

Antecedente:
Las religiones del Japón



Comentario

A pesar de que hasta mediados del siglo XIX solamente las familias nobles y los guerreros samurai tenían derecho a utilizar apellidos, una de las costumbres tradicionales más seguidas por los japoneses era el culto a los antepasados. Santuarios o lugares sagrados servían para adorar a los antepasados remotos de los habitantes del lugar o a los dioses del clan, todo ello de modo genérico. Un culto a los antepasados familiares más concretos es el que se da en el seno de la casa, en un santuario ubicado en el cuarto de estar de la familia. Aquí se honra sólo a los seis o siete últimos miembros de la familia fallecidos, lo que se hace de modo diario y sin distinción de clases económicas o sociales. Diariamente se coloca comida para los padres y los abuelos, así como para los parientes próximos a quienes se recuerda en vida y que están representados sobre el altar con lápidas en miniatura.
El culto a los antepasados familiares sólo alcanza a los más cercanos. La tercera generación de ancestros es rápidamente olvidada, y en los cementerios las tumbas de los tatarabuelos están descuidadas. Por contra, las lápidas de los antepasados cercanos ven renovadas las letras de las lápidas anualmente, a fin de mantener su identidad. Sin embargo, cuando ya nadie se acuerda de aquella persona, dejan de hacerlo, así como dejan de guardar tablillas de ella en el santuario familiar. Para el japonés tradicional, son objeto de veneración los ancestros que han conocido personalmente, dando mayor importancia al momento presente.